No es extraño que la energía se haya convertido en el centro del debate en muchos sectores. En último término, gran parte del funcionamiento de la sociedad contemporánea descansa sobre el uso y consumo de energía procedente de diferentes fuentes energéticas. Un día típico de un habitante de un país europeo, por ejemplo, pasa por el uso de diversas fuentes de energía para la satisfacción de las necesidades personales más esenciales como la higiene,la alimentación, el transporte, para ir a trabajar, etcétera.
Pero qué sucede con aquellos que por alguna razón no tienen acceso a este uso de la energía o que lo tienen muy limitado debido a su alto coste. Qué sucede con las necesidades que no son satisfechas por la existencia de una brecha de infraestructura o recursos económicos que impide a una persona, un grupo social, una comunidad o un país entero utilizar la energía para cumplir con estas necesidades básicas. Cuando no hay la posibilidad de contar con energía eléctrica para la producción de agua caliente sanitaria, y sobre todo, la calefacción suficiente para contar con un confort térmico mínimo a lo largo de todo el año, es en ese momento que podemos hablar de pobreza energética.
Este no-acceso a los recursos energéticos puede darse de formas muy disímbolas: está el hecho de vivir en una sociedad industrializada y no contar con los recursos económicos para poder beneficiarse de una infraestructura existente, y está por el otro lado, el vivir en una comunidad que no cuenta con la infraestructura necesaria para proporcionar a todos sus habitantes el acceso a la energía necesaria para la satisfacción de sus necesidades básicas.
Estos dos polos paradójicos hablan, sin embargo, de una misma situación de precariedad que se hace más acuciante cuando las condiciones meteorológicas son más duras: frío o calor extremo, por ejemplo. Pensemos por ejemplo en una familia española con los adultos en paro, con una situación económica inestable y que se ven orillados a reducir su consumo de electricidad en invierno o incluso pierden el servicio por falta de pago. Ello puede incluso implicar riesgos sanitarios de otra índole, pues por ejemplo, hay personas que ante el frío y en la incapacidad de utilizar un sistema de calefacción formal, usan otros medios, como por ejemplo dejar el horno o la estufa encendidos toda la noche, y ello puede llevar a una intoxicación con gas. En un caso reciente, una mujer mayor murió en un incendio pues utilizó una vela para tan solo iluminar su hogar en vista de que su servicio de electricidad había sido cortado por falta de pago.
Aproximadamente cinco millones de personas viven en la pobreza energética tan solo en España. Ningún país está completamente exento de la presencia de esta problemática, y las soluciones que se vislumbran y proponen son tan diferentes como aristas contradictorias tiene el problema. Sin embargo, es posible que la generalización en el uso eficiente de la energía pueda ser una herramienta que ayude a solucionar esta problema, no en el plazo inmediato, pero sí a medio y largo término.
Para entender cómo la eficiencia energética puede convertirse en un aliado constante del combate contra la pobreza energética, hay que entender bien la noción de uso eficiente de la energía. Utilizar la energía eficientemente no es sólo ahorrar energía. No es sólo usar energías limpias y renovables. Tiene parte de estos elementos, pero también otros más. La eficiencia energética es sacar el mejor partido de cada “gota” de energía que se tiene y con ella, producir de forma continua los satisfactores que se necesitan. Representa el no desperdiciar la energía luminosa y calorífica más accesible que existe: la del sol, y sacarle el máximo provecho desde el planteamiento de un hogar o un edificio o cualquier tipo de inmueble, o incluso un vehículo, una plantación, etcétera. Representa utilizar las fuentes energéticas de forma reflexiva y facilitando desde la estructura, el que rinda sus mejores frutos.
Si uno de los problemas que genera la pobreza energética es que las personas no pueden pagar por la energía que consumen, podemos ver que si su vivienda estuviese pensada para aprovechar al máximo la energía que utiliza, este gasto sería menor y por ende, habría menos riesgo de caer en situación de precariedad. Evidentemente, el camino que lleva al uso eficiente de la energía en casas y pisos de toda España (y otros países y latitudes) es largo y no es sencillo, pues en muchas ocasiones las reformas precisas en un parque inmobiliario envejecido o deficiente en términos de eficiencia, son muchas y no siempre son baratas. Pero es necesario que empiece a existir una “mentalidad” de la eficiencia y que no sólo de forma obligatoria, sino por convicción, autoridades, iniciativa privada y sociedad busquen las medidas adecuadas para ir limitando la precariedad energética apoyándose en el uso eficiente de la energía.
Firmado: Carla Martinez
Seguro que la eficiencia energética es un aliado para luchar contra la pobreza energética.
Me parece muy bien la iniciativa !
En necesario implantar de manera urgente más medidas de eficiencia energética, para luchar contra la pobreza energética y porque si no lo hacemos pronto, destruiremos nuestro planeta…
Muy interesante. Para el tema de pobreza energética, ya existen soluciones corporativas como Greenyellow que toman a su cargo la inversión: http://www.greenyellow.co/eficiencia-energetica